top of page
Buscar

Día de todos los santos: Cuando la muerte es presencia y no ausencia

  • Foto del escritor: Redacción Tribuna Pública
    Redacción Tribuna Pública
  • 2 nov 2018
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 2 nov 2018

El 1 de noviembre se conoce como la fecha en la que familiares recuerdan a sus fallecidos y los conmemoran con tradicionales actividades que se realizan tanto en el día como en la noche


El día de todos los santos se suele relacionar con velas, difuntos y noche. Sin embargo, en Piura no solo se recuerda a los seres fallecidos dentro del cementerio y durante la noche, también a plena luz del día y en las plazuelas principales de los distritos de Piura.


En la ciudad del eterno calor, se le conoce al primero de noviembre como el día de las velaciones, más que como el día de todos los santos, ya que la mayoría de piuranos asocia este día con la tradición de llegar con velas a los cementerios para recordar a los seres fallecidos.


El experto en Historia y Gestión Cultural, Alberto Requena Arriola explica que la costumbre de velar a los fallecidos se remota a la edad del virreinato. “Tras la prohibición de entierros dentro de iglesias, la velación se traslada a los cementeros extramuros, es decir, camposantos alejados del centro de la ciudad”.


Flores, dulces y muchos colores


Muchos piuranos no conocen que en el bajo Piura los comerciantes se alistan desde muy temprano para esperar la acogida que tendrá, en sus puestos, la venta de flores, roscas y angelitos. Se arman decenas de negocios en la entrada del “Cementerio general” de Catacaos. Hasta los negocios llegan adultos, ancianos e, incluso niños a comprar los tradicionales bocadillos del día de todos los santos.


“Amiga, hay roscas, angelitos y flores”. Esta es la frase con la que las comerciantes atraen a diferentes vecinos del bajo Piura, como La unión, Bernal y Monte Sullón que, desde las 7 de la mañana esperan la venta de los distinguidos angelitos, hechos por las mismas vendedoras. Los angelitos son dulces de pequeño tamaño que se venden de a grupo en bolsitas de plástico.


Las roscas de muerto se dan a los niños mayores de 7 años el 1 de noviembre y a los ancianos y adultos el 2 de noviembre


Los dulces más comunes que se pueden encontrar en una bolsa de “angelitos” son: chumbeques, pastelitos, suspiros, dulces de camote, pan dulce y rosquitas dulce. El precio de estas bolsitas es de S/. 1.00 y representan al “angelito” o niño fallecido de entre 0 y 5 años de edad.


El tamaño del angelito es proporcional a la estatura del niño. Los de 1 y 2 años comen pastelitos mientras que los de 4 y 5 años, roscas y chumbeques.


Un ángel en la tierra y otro en el cielo


Alrededor de las 4 de la tarde la plaza de armas de Catacaos se rodea de niños de todas las edades, desde bebés hasta adolescentes que con lista en mano ayudan a sus mamás, tías o abuelas a buscar un menor de la misma edad de su angelito difunto para hacerle entrega de angelitos y miel. ¿Señora cuántos años tiene su bebé? Pregunta que hace Victoria Timaná a una señora sentada en una banca con su bebé en brazos.


Victoria tiene 7 años y llegó a Catacaos junto con sus tías y abuela a celebrar desde las 4 de la tarde el día de todos los Santos. Su tía comentó a este medio que todos los años lleva una lista de 7 nombres que representan a 7 hijos, algunos hijos de su madre y otro de su abuela. “En total traemos 7 niños, hay de 1 día, de 4 meses, de 2 años y 6 meses”.

Las mujeres dan de comer angelitos y miel a los niños y mientras lo hacen le dicen “Come por…” y mencionan el nombre del difunto mientras el niño masca y observa con extrañeza lo que pasa. Aunque, quienes disfrutan más de este día son los chicos de 7 años a más que, conscientes de la celebración, corren por la plaza esperando ser seleccionados para comer un trozo de rosca de muerto y beber miel de abeja de las manos de las madres.


Una vez que el niño recibe el bocadillo, la madre del difunto le hace la señal de la cruz en la frente y, de esta manera lo llena de bendiciones por ser el intermediario entre ella y su niño. María Naquiche, una anciana de 60 años recuerda que las madres solían llevar camote y calabaza para entregar a los niños, algo que en los últimos años ha perdido continuidad.




Luz para las almas


Luego de que las familias se reúnen en la plaza para dar de comer angelitos o roscas de muerto a los niños, proceden a caminar hacia el cementerio. Las personas empiezan a llegar en mayor cantidad entre las 8 y 9 de la noche. En este horario los camposantos se vuelven un lugar de canto, unidad y reencuentro familiar. Las familias buscan las tumbas de sus seres queridos para conmemorarlos, limpiar su nicho y decorarlo.


“Velas, velas” “¿Escalera, escalera?” son las palabras de bienvenida a la entrada del cementerio San Teodoro. Llegan cientos de personas de todas las edades, algunos con comida y otros con sillas y frazadas para taparse del frío de la madrugada que pasarán al lado del nicho de sus familiares fallecidos.


Padres de familia que acuden todos los años y llevan a los más pequeños para que mantengan viva la tradición familiar. “Yo recuerdo que mi abuelo siempre me traía para esta fecha, encendíamos velas, esperábamos que se derritan y nos recostábamos al lado del nicho. Quiero que mis hijos también lleven estos recuerdos con ellos”, dijo Milagros Mena, una madre piurana de 51 años.


Requena Arriola contó que las romerías y paseos al interior de los panteones se hacen con la finalidad de auxiliar a los difuntos.


Costumbres que se van perdiendo


Los ancianos y adultos cuentan que cada vez más se va perdiendo la costumbre de usar velas para iluminar las tumbas. Muestran su rechazo hacia el uso de focos colgantes en la parte superior de los nichos ya que, para ellos, la vela es más que solo cera. Representa “la luz que guía el alma de la persona hacia el cielo”, así lo contó Juan Seminario, que acude anualmente a visitar el nicho de su hermano.


Asimismo, otra de las prácticas que cada vez va desapareciendo más es la de llevar comida a los nichos. La señora Milagros Garrrido, vendedora de angelitos, comentó que era significativo llevar al cementerio comida que le gustaba mucho al difunto. Se le ofrecía como ofrenda para luego ser compartida entre los familiares que se encontraban.


Ana Sandoval, cuyas arrugas en las manos y en la frente evidencian su edad avanzada, conmemora cuando a sus cortos 15 o 20 años acompañaba a su madre al cementerio y veía a las madres tapadas y vestidas de negro en señal de respeto al fallecido. “Las mamás iban de negro a coronar y ahora, si se está perdiendo el amor a Dios, imagínese qué es lo que le quedará al difunto”.


Aún se mantienen los rezos y el acompañamiento durante la noche y madrugada

 
 
 

Commentaires


© 2023 por Secretos de Armario. Creado con Wix.com

Únete a nuestra lista de correo

No te pierdas ninguna actualización

bottom of page